viernes, 21 de noviembre de 2008

La “I”dentidad Voluble

Después de veinte meses de espera, la entrega administrativa de la “Súper Biblioteca Pública José Vasconcelos” está en trámite. Su construcción inició en mayo del año dos mil seis, costó al erario público cerca de mil doscientos millones de pesos y fue clausurada temporalmente al año siguiente por lo que se llamaron oficialmente “detalles”, consistentes en páneles de concreto defectuosos, goteras en los techos, filtraciones de agua provocadas por “la ruptura de un tubo en la zona del tren suburbano” y otras monerías. Dicen que ya se estableció un litigio judicial, mediante el cual se pretende deslindar la responsabilidad correspondiente, a fin de que “Quien Resulte Responsable” pague los daños causados a la magna obra. No creo que “Quien Resulte Responsable” esté preocupado por eso. Me consta que a este señor lo denuncian diario por infinidad de delitos en todos lados, y mire que le empiezo a tomar más respeto que a Al Capone porque a este último lo agarraron, pero “Quien Resulte Responsable” es el más buscado, siempre escapa, se sale con la suya y por si fuera poco… ¡Nadie lo conoce!.

Y bueno, hay identidades que se desconocen, pero hay otras de las que se duda, como la del señor Francisco I. Madero, caudillo de la Revolución Mexicana que conmemoramos el día veinte de noviembre. Durante casi un siglo, mucha gente hemos tenido la creencia de que la “I” de Francisco Madero significaba Indalecio, o en el peor de los casos ni siquiera nos preguntábamos lo que significaba. El Maestro José Manuel Villalpando, Director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, señaló en la Ceremonia Conmemorativa del 98 Aniversario de la Revolución Mexicana que se realizó en la Residencia Oficial de Los Pinos, que la “I” es de Ignacio y no de Indalecio, cosa que queda demostrada mediante el original de su Fe Bautismal, Acta de Nacimiento y otros documentos, mismos que pueden encontrarse por aquí… http://www.inehrm.gob.mx/Portal/index.html .

Lo anterior seguramente no tiene más importancia que la de ser un dato histórico curioso sin una utilidad práctica, pero hay identidades que, si cambian, parecen ser inofensivas como la de la “I” Ignacio, sin embargo, otras “I” pueden provocar situaciones jurídicas y de hecho muy incómodas, costosas y eventualmente problemáticas, como la nueva puntada del pleno de la cámara de diputados (con minúsculas). Muchos se quejaban del “águila mocha”, emblema del sexenio pasado, y ahora se les ocurre darle una rapadita al INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática), mochándole la “I” (pura coincidencia) y convirtiéndolo en INEG (Instituto Nacional de Estadística y Geografía). Supuestamente el fin del cambio de identidad es convertir al INEGI en una “nueva instancia” con autonomía de gestión y atribuciones para determinar el Índice Nacional de Precios al Consumidor.

Me pregunto… ¿Pero qué necesidad? ¿Por qué simplemente no se limitaron a reformar las leyes correspondientes a fin de transferir la facultad de determinación del INPC del Banco de México al INEGI? Más fácil… ¿Por qué no solo dotaron al INEGI de la facultad para determinarlo, dejando a salvo la del Banco de México?

Primero: Ya me huele a amparo y a inconstitucionalidad la determinación de actualizaciones de impuestos (de contribuciones no tienen nada), ya que esta se hace a través del INPC. ¡No les vaya a pasar como al que pidió jarabe expectante en vez de expectorante para aquello del “catarro” que le iba a pegar a México por la crisis!

Segundo: Un cambio de identidad casi siempre implica un cambio de imagen, al menos una peluca, y este caso no es la excepción. Imagínese el gasto que se realizará en uniformes, gafetes identificatorios, papeles membretados, rótulos, anuncios y un sin fin de artículos, todo, todo por mocharle una “I” a INEGI. Parafraseando la célebre frase de George Best: Una décima parte del presupuesto se gastó en el campo, educación y cultura. Las otras nueve se malgastaron.

viernes, 14 de noviembre de 2008

¡Me late!

Si usted amable lector es de los que piensan que la leche que consume sabe más a agua que a leche, espere el próximo mes, pues el Presidente Calderón acaba de anunciar que comenzará la distribución de leche “Liconsa Light”. Seguramente, como me comentó Don Gustavo de Alba, la medida está enfocada a las necesidades alimenticias especiales de los ancianos de escasos recursos. No está usted para saberlo ni yo para contarlo, pero la leche Liconsa, la regular, sabe más a agua con cal que a leche (me consta, porque fui a probarla el miércoles). Si no sabe a leche y no huele a leche, lo más posible es que no sea leche, así que no creo que la “Light” tenga una diferencia considerable ni en sabor ni en valor nutricional.

Ya metido en camisa de once varas con esto de las bebidas nacionales, resulta que la empresa italiana Campari, productora de la conocida bebida espirituosa del mismo nombre, adquirió por poco menos de veinte millones de pesos las marcas tequileras Espolón y San Nicolás. Por razón de este contrato se hace patente la transmisión casi total de la industria tequilera a manos extranjeras… Aún me queda la esperanza de que no aparezca por ahí algún güero que quiera comprar el guaje y las palmeras del señor que me vende rica agua de tuba los domingos en el tianguis de la Línea de Fuego...

Y hablando de vendedores, el miércoles, bien de mañana, oía en el noticiero que el senador Marko Cortés Mendoza presentó un proyecto de reforma al artículo 12 de la Ley Federal de Telecomunicaciones, consistente en que la inversión extranjera pueda participar en un porcentaje mayor al 49% (el límite actual) dentro de empresas nacionales que presten los servicios de telefonía e Internet… ¿Qué seguirá? Si yo fuera H. Legislador (la “H” no es de Honorable, sino “H” en el sentido en que lo diría mi maestro Sergio Rodríguez Prieto), propondría que se pusiera una caseta que cobrara a cinco pesos el paso por el desnivel de Plaza Patria… ¡Y se me ocurren mejores cosas! ¡Pregúntenme!

Bueno, pero no todo es noticia mala, mire que en un acto de incomparable sacrificio, entrega y abnegación, nuestros diputados no durmieron la noche del martes, ya que estaban apurados por aprobar el presupuesto de gastos del gobierno para el próximo año (me temo que es porque quieren hacer puente del veinte de noviembre, aunque puedo NO equivocarme). Pero bueno, el punto es que repartieron más dinero que el MELATE, pero ME LATE que lo repartieron en puros regalos de navidad, pues se recortaron los recursos asignados a la UNAM y se incrementaron los del Fobaproa, que como sabemos, es un hoyo negro en donde cae dinero que nadie sabe a dónde va a parar...

También la Maestra Elba Esther recibirá su “posadita”, pues a través de la SEP y por consecuencia de la presión ejercida por sus secuaces del SNTE, se solicitó un incremento de recursos por ocho mil millones de pesos. ¡Y agárrese, porque dicen que se destinarán a “mejorar la infraestructura, la conectividad de las escuelas y la atención a programas de desarrollo social de los niños” y no al aumento salarial! Total, si el dinero no será destinado a aumentos salariales…

¿Qué tanto son unas cuantas “Hummers” más para “rifar”? ¡Seguro servirán para aquello de la “conectividad de las escuelas”!

viernes, 7 de noviembre de 2008

Se solicita profeta

Apolo, dios de la luz e hijo de Zeus y Latona, se asentó en el famoso santuario de Delfos tras haber dado muerte a la serpiente Pitón y allí estableció su principal oráculo, donde la “giraba” de dios de la adivinación y la mántica. Deberíamos preguntar al oráculo más célebre de la historia cómo es que durante las últimas semanas los mexicanos hemos recibido con disgusto (si no me equivoco o viene otro aumento mientras se publica escritillo) el “GASOLINAZO NÚMERO 26” durante lo que va del año. Esto resulta un verdadero reto para cualquier persona con uso de razón, incluso para el fabuloso oráculo, pues los precios del petróleo, y por lo tanto, de sus derivados, han bajado en los Estados Unidos y el resto del mundo en casi un cincuenta por ciento. Que alguien me explique, pues en Houston, Texas, se compra hoy un galón de gasolina por poco menos de tres dólares, cuando hace algunos días por el mismo galón se pagaban poco más de cuatro dólares. Los mexicanos recibimos todos los días dolorosas noticias, y es que ya sólo nos queda atenernos a algún arte mágico o adivinatorio para poder saber lo que nos depara el destino… aunque siempre nos quedará la posibilidad de ponernos a llorar si lo anterior falla.

Oímos durante todo el día, en todas las emisoras de radio y televisión del país que la economía está blindada… ¡Que no debemos temer, que sólo Judas temió!… que el Gobierno Federal trabaja, que la crisis no será mas que un simple catarro para México y que con una pastillita de propóleo todo estará arreglado… Amable y desocupado lector, enfrentamos hasta el momento una devaluación de cuarenta por ciento de nuestra moneda, o sea, todos ganamos el mismo sueldo y cada vez satisfacemos menos nuestras necesidades (también nuestros gustos). Si usted es rico o pobre, deje de leer, pues esto no le afecta casi nada. Si usted se ubica dentro de la clase media, entonces prepárese, porque ahora va a tener que apretar más una mano sujetando al pobre que se hunde como en arena movediza, y con la otra apoyar más firmemente la plataforma en que sostiene al rico. ¡Todo depende de usted!... ¿Me regala una monedita?

La decepción, la interrogante de los mexicanos hacia las declaraciones de Calderón es una sola, pero inmensa ¿Por qué, omnipotente Apolo? ¿Por qué nos dicen que avanzamos en materia de seguridad pública cuando tenemos ciudades empapadas de sangre? ¿Por qué nos dicen que tenemos estabilidad económica cuando nuestros ahorros, pensiones e inversiones valen cada día menos? ¿Por qué nos dicen que los salarios han subido más que la inflación si con nuestro ingreso compramos menos que ayer y, por qué el Secretario del Trabajo peca de sincero al informar que nos olvidemos de los aumentos de salario el próximo año? ¡Apolo no responde! ¡Se solicita profeta!

Pero mire, no se alarme, no es para tanto… en la última edición de la revista “Día Siete” se publicó un artículo sobre “Cocina Mexicana para Días de Crisis”… no se preocupe… no se va a quedar usted sin comer, y a fin de cuentas, parafraseando a Don Francisco de Quevedo, no hay que comer, pues “comer es matar el hambre” ¡Matar es pecado y además un delito que dicen, aunque no lo crea, que se castiga con cárcel!... a menos de que usted se dedique a los redituables oficios de sicario, narcotraficante, secuestrador, burócrata de alto nivel o cualquier actividad lícita o ilícita similar que implique matar… el hambre… sin temer ni recibir castigo alguno. “Vivir mejor: Gobierno Federal”, o sea… ¡Trabaje ahí! ¡Los “viáticos” corren a cuenta del erario público! …

P.S. Los “viáticos” también incluyen gasolina.